Universitarias y amas de casa colombianas se levantan la bata en el negocio del cibersexo
Todo empieza a raiz de un anuncio en la prensa que decía: “Se necesita digitadora bilingüe, con buena presentación y excelentes conocimientos en sistemas y manejo de Internet". Mónica leyó el anuncio y con una amiga se dirigió a la dirección al norte de Bogotá y correspondía a una casa sin otra indicación más que la placa. “Una señora nos recibió y preguntó si íbamos para lo de la entrevista. A penas entramos me dio susto, le apreté la mano a mi amiga y seguimos caminando. La casa parecía un inquilinato. Adentro se veían más niñas esperando con hojas de vida en la mano, eso nos dio confianza”, recuerda. ”Luego me preguntaron que si yo quería también pasar a la entrevista. No le vi nada de malo, yo no sabía que era para esto –cuenta la ‘Monita traviesa’-. Como a los tres días me llamaron sólo a mí, me pidieron que fuera nuevamente que me iban a hacer pruebas”. Ese día les preguntaron a las preseleccionadas qué tan rápido escribían en computador y si dominaban el inglés, pues una de sus funciones era ‘chatear’ con extranjeros. Más adelante les contarían que complacer visualmente a lo visitantes de la página Web era una de las prioridades. Por eso, el registro en cámara era definitivo. Apenas supieron de sus funciones dentro del chat, más de 10 jóvenes huyeron despavoridas, se quedaron sólo seis, entre ellas Mónica. Una mujer de provincia que llegó a Bogotá en 1998 con una niña en brazos y sin muchas pertenencias en su morral de colegio. Ahora vive en unión libre con un hombre que conoció en una bar de la 82. Él piensa que ella es secretaria en una multinacional. Entre tanto, Lorena cuenta que desde hace un año y tres meses es ‘ciberchica’ en una página pornográfica. Entró por recomendación de una amiga del colegio que le dijo que conocía una vacante bien remunerada. Su técnica es hacerse amiga de los clientes para así evitar que le pidan que se desnude. Antes de entrar, Lorena tenía dos trabajos, pero se dio cuenta que si le daba más tiempo a la página iba a ganar el doble, así que renunció y ahora se dedica sólo al sexo por la red. Los dueños de estos sitios web, en su mayoría holandeses y españoles, les pagan a sus ‘muñequitas’ entre 400 y 500 pesos el minuto. Entre más tiempo estén conectadas con un cliente, más dinero ganan. En una semana, las chicas del cibersexo pueden llegar a ganarse hasta 600 mil pesos. A veces un poco más, pues la tarifa se incrementa si trabajan desde la casa. El programa con el que se conectan al chat les permite tener máximo ocho conversaciones simultáneas con clientes de todo el mundo. Es decir, pueden ser vistas al mismo tiempo por ocho desconocidos y así acumular más minutos. Las que trabajan desde la casa cuentan que pueden desconectarse en cualquier momento si, por ejemplo, llegan los padres o en otros casos –aunque no muy comunes- el esposo. “Mis papás no saben del trabajo, hay muchas maneras de explicar que trabajas todo el día en un computador y más si ambos trabajan y poco se la pasan en la casa”, revela Alejandra, la más joven de todas. Tiene 18 años y considera que este oficio le ha permitido encontrar más amigos. Según las tres mujeres entrevistadas y relacionadas con las páginas con contenido para adultos, hay ‘estudios’ -sitios donde operan estos negocios- en Chapinero, Teusaquillo, Galerías y sobre todo al norte de Bogotá, donde, en cada casa, hay más de 10 cubículos, cada uno con un computador con acceso a Internet, webcam y con un programa especial para registrarse y ofrecer el servicio. En sitio Web, dependiendo de la hora, puede llegar a tener 60 webcams conectadas desde diferentes rincones del mundo. Las fotografías y perfiles de las ‘muñequitas’ están agrupados de acuerdo con el idioma de su país de origen. "Tengo 19 años, soy colombiana y deseo experimentar cosas nuevas. Soy callada, discreta, tierna, romántica y he decidido aventurarme más en la vida”. “Soy sensible, extrovertida, me gusta que me consientan, no sé mucho de sexo, pero estoy dispuesta a aprender”. Son unos de de los tantos perfiles que pueden encontrarse en la red. Unos más atrevidos y explícitos que otros. ‘Bella Flor Latina’, como aparece registrada Lorena, revela que tenía otra profesión y la ejerció durante siete años, pero hay meses en los que podría ganar más que su hermano que es abogado. “Sin embargo, no es tan chévere ni tan bacano, como la gente pensaría. Al principio me pareció terrible, pero ya cuando ves que es sentarte al frente de un computador y nadie te toca, pues no lo ves tan mal. Los males se los ves a largo plazo, porque te empiezan a quedar muchas cosas de los malos tratos verbales que recibes de la gente”, dice con bastante tristeza. Los términos que usan los hombres para saludarlas y pedirles favores sexuales como que se masturben frente a la cámara son siempre los peores. “Hay unos que entran diciéndonos: Hola, mi p***”, detalla Alejandra. “Los españoles utilizan palabras ‘tenaces’ (relacionadas con el sexo) que hacen que uno les coja bronca y nos les pare bolas”. Por el costo del servicio manifiestan que es improbable que ingresen hombres colombianos al sitio Web salvo que “tengan mucha plata”. Los visitantes más asiduos son los españoles, belgas, holandeses y alemanes. Varias mujeres confesaron haberse enamorado de un cliente. Lo cierto es que aunque este tipo de relaciones puedan no involucrar un componente físico, sino una conversación erótica, al entrar en el terreno de lo virtual, porque los límites cotidianos se quedan fuera, el apego emocional puede llegar a ser muy fuerte. Muy de vez en cuando–afirman Lorena y Mónica–dan con alguien que entra por soledad y solo quiere hablar. “A veces también entra gente muy mal de la cabeza que nos pide cosas aberrantes. Pero hay otros chistosos que nos proponen matrimonio”. Algunos miedos de las chicas de cibersexo que conectan los comportamientos de los hombres de las páginas con los hombres de la ‘vida real’. Por eso, admiten que es complicado entablar una relación. “Como nos volvemos tan desconfiadas, siempre nos imaginamos lo peor”, señalan. “Una amiga conoció un holandés. El tipo vino a Colombia, le dijo que eran almas gemelas y quería casarse con ella. Se averiguo dónde vivía y le llegó a la casa, ella tuvo que llamar de inmediato a la policía”, cuenta Mónica, asombrada de los peligros de su trabajo. Por todos los ‘fiascos’ y porque quiere hacer algo mejor con su vida así no gane tanto, Lorena quiere retirarse. Sus días en el cibersexo están contados; teme que alguien conocido la pille y la señalen en la calle. Artículo escrito por Christian Pardo en su blog . Christian es especialista en periodismo digital, cultural e internacional, y docente universitario. Etiquetas: Noticias |